Del papel a la imagen

Sillón de Lectura de Adrián Castañeda

Elegir entre leer el libro o ver la película no es para mi una opción. He visto muchas películas basadas en libros y si bien reconozco que algunas películas han sabido mantener la esencia del libro (“El Padrino” escrita por Mario Puzo, “1984” protagonizada por John Hurt y “Cuando el destino nos alcance” basada en “Hagan sitio, hagan sitio” de Harry Harrison) otras películas han sido decepcionantes como “Grandes Esperanzas” dirigida por el otras veces genial Cuarón o, aquí sin rodeos llego a lo peor, El libro de las Tierras Vírgenes (El libro de la selva) de Rudyard Kipling animada en los estudios Disney.

La simpatía de Tin Tan dándole voz a un desarrapado oso Baloo no justifica la distorsión del personaje que en el libro viene a ser el guía moral de los lobeznos, sabio, leal y paternalista. La serpiente Kaa es leal y solidaria y los buitres no son un español, un argentino y un mexicano irresponsables y desubicados, en realidad es solo un personaje, Chil, el milano, un ave de gran corazón que por lo mismo evita crear lazos de afecto con los demás por que sabe que al final, pararán en su estómago.

Ver la película, lo acepto, es divertido, pero si no se lee el libro nos perdemos de muchos trasfondos psicológicos que explican a los personajes en sí, como el hecho de que el tigre Shere Kan nació lisiado de una pierna y su amargura le impulsa a buscar la muerte de un hombre, en este caso de Mowgly, que no es el niño voluntarioso de la película, por lo contrario, es consciente de sus diferencias con su familia adoptiva que son los lobos. Bagheera tiene una cicatriz en el cuello, recuerdo de haber llevado un collar cuando estuvo cautiva, por lo cual conoce de la perversidad del ser humano.

Otro elemento del que se pierde quien solo ve la película es la colección poética (“canciones, les llama el autor) que se inserta en cada transición de capítulos, relacionada con el desarrollo del libro. Imposible siquiera añadir esa belleza en una película que debe ser lineal, con límite de tiempo y con el objetivo de entretener antes que de comunicar belleza y sentimientos. Todavía el papel va muy adelante con respecto a las imágenes animadas, sean analógicas o digitales.