Fantasía desde Francia

Sillón de Lectura, columna de Adrián Castañeda

Descubrir autores cuyo humorismo parte de crear personajes casi comunes, hasta monótonos pero con una característica que los hace únicos genera una simpatía inaudita por parte del lector, ya que, como el niño que se ata la toalla al cuello para volar desde la azotea todos anhelamos ese poder que nos hace diferentes. Los personajes de Marcel Aymé tienen ese superpoder, con la diferencia de que ellos sí lo aprovechan en ocasiones para su desgracia.
De sus muchos relatos como Las Sabinas, sobre una mujer llamada Sabina que tiene el don de la ubicuidad sin aprovecharlo, hasta que descubre que gracias a él puede pasarla magníficamente con su amante mientras que otro cuerpo ubicuo suyo cumple con los deberes caseros, pero no solo se proyecta n dos personas, se convierte en diez, veinte Sabinas simultáneas, aunque “La ubicuidad gris del mundo devora con tranquilidad el brillo inesperado de lo imposible” o el opaco Dutilleul, que no le da empleo a su capacidad de atravesar las paredes hasta que una venganza personal en el espacio de trabajo le hace descubrir que es algo divertido, dedicándose luego al crimen bajo el sobrenombre de El Coco…
Así otro personaje, justo y bueno llamado Duperrier portará una aureola de santo que a su esposa le exaspera y muchos más personajes fantásticos que parten del tronco de un individuo común como usted y yo.
Para leer a los niños en la noche recomiendo los Cuentos del Gato Encaramado, las aventuras de dos hermanas, Delfina y Marinette, que pueden hablar con los animales de su granja, mismos que comparten las disfunciones de los personajes de Aymé: Un gato que por frotarse tras de las orejas hace llover y cuando por algo le reclaman se resiste a volver a hacerlo provocando una sequía, un pato, un cerdo, dos bueyes… en fin, dejemos que la fantasía del autor nos lleve por un mundo nuevo y divertido, descubramos a Marcel Aymé y evitemos el error que condena al Atraviesamurallas a… no, no les quitaré el placer de leer a Aymé.